jueves, 11 de marzo de 2010

Una vela en su recuerdo


¿Alguien en este país, no, no en este país, sino en el mundo entero puede no recordarlo?

Hoy hace ya ... no se cuantos años, no quiero saberlo, para mi es como si no hubiera pasado el tiempo.

Vuelvo a despertarme en ese día. Mi marido, mis dos hijos y yo nos despertamos en el hospital, una salmonelosis hizo que nos ingresaran a los cuatro el día 10, mi hijo pequeño y yo en una habitación y mi marido y mi hijo mayor en otra. Pongo la televisión por si hay dibujos para entretener a A. no para quieto y no tiene ningún cuidado con el suero que tiene en el brazo, tiene 7 años y no hay quien lo pare. Pongo la televisión y me quedo sin habla, sin respiración, alucinada. No puedo creer lo que estoy viendo. Cojo mi móvil y llamo a mi marido que está en la habitación de al lado: ¿Lo estás viendo? No puede ser cierto, esto no puede estar pasando ... J me confirma que si es cierto, y yo sigo mirando la tv como hipnotizada, sin dar crédito a lo que estoy viendo y sin darme cuenta de que A. la mira igual que yo.

Según van pasando los minutos la incredulidad se va transformando en horror, horror con mayúsculas, y también en terror, a cualquiera nos puede tocar.

Si, nos puede tocar a cualquiera. A pregunta si es como lo que nos pasó a nosotros.

En el año 2.001 un coche bomba explotaba en la calle Cardenal Silicio de Madrid, cuando cerca de mil estudiantes del colegio Padre Claret caminaban por las cercanías en dirección al colegio. A la hora de la explosión sólo faltaban por entrar al colegio los niños de infantil y primaria, niños de 3 a 12 años aproximadamente que se dirigían contentos y felices, un día más a su colegio.

Entre el río de niños, madres, padres, abuelos y cuidadoras, estaba yo, en la calle Clara del Rey casi esquina con Cardenal Silicio, con A y J, cuando de repente, el sonido más aterrador que recuerdo hizo que cayeran sobre nosotros miles de cristales y de montones de cosas que no se que eran. Me giré instintivamente y los cubrí como pude, los metí casi debajo de un coche aparcado y yo me puse encima. No nos pasó nada, gracias a Dios, pero el susto no nos lo quitó nadie durante al menos un año. Una compañera del colegio de tan solo 3 añitos no pudo decir lo mismo, sus heridas le duraron muchísimo tiempo, y supongo que no lo podrá olvidar en la vida.

¿Qué motivación puede tener matar de esta manera? ¿Qué sacan matando niños que acuden al colegio, a jóvenes que se dirigen a sus centros de estudio, a mujeres y hombres que van a su trabajo como cada mañana?

Los días posteriores al 11 M los recuerdo con agua,con silencio. Agua de las lágrimas de todos los que no dábamos crédito a lo que había pasado y las del cielo que no paraban de caer. Recuerdo un lema en la concentración que hubo el día 13 en la plaza de Colón, "NO ESTÁ LLOVIENDO, EL CIELO ESTÁ LLORANDO"; no llovía es verdad, aquello no era llover, era parecido al diluvio, pero allí estábamos familias enteras, destrozadas por el dolor, porque en el fondo se cumplía lo que decían miles y miles de mensajes que de forma espontánea la gente de toda raza y condición fue dejando en las estaciones de aquellos trenes: "TODOS ÍBAMOS EN ESE TREN". También los recuerdo como días silenciosos, la gente por la calle hablaba en susurros, nadie gritaba, los coches no pitaban ... Madrid pasó de ser una ciudad muy alegre y ruidosa, a ser triste y silenciosa.

Por desgracia, la gente se olvida, hace un esfuerzo y borra de su mente lo malo, lo horroroso de lo que pasó, la barbarie. Yo no olvido, al contrario, cada noche rezo por todos ellos, por sus familias y amigos, para que puedan alcanzar consuelo y puedan llegar algún día a tener PAZ.

Y es por esto y en recuerdo de todos ellos que enciendo hoy esta vela.

1 comentario:

  1. Hola amiga.
    Leo tu relato y se me arruga el corazón, a veces olvidamos lo frágil que es la vida.
    En mi país hubo una época en la que, lo que tu relatas fue el pan de cada día, no podíamos salir tranquilos a la calle pues cada auto que veíamos estacionado podía ser una bomba. Gracias a Dios esto ha cambiado, pero en algunas poblaciones y en el campo hay una guerra absolutamente absurda en la que se sigue derramando sangre de niños y adultos unicamente por motivos económicos y de poder. Es absurdo pero así es este mundo. Lo que podemos hacer es encomendarnos a Dios y cultivar los valores para que nuestros hijos tengan un mundo un poquito más justo.
    Hoy me uno a tí al recordar las víctimas de esos hechos tan dolorosos que ocurrieron en tu ciudad. Pido a Dios que nos de fortaleza para afrontar las pérdidas y que nos proteja para que cosas tan dolorosas no se repitan, que ponga un poquito de humanidad en el corazón de las personas que llevan a cabo estas atrocidades, pues seguramente su alma está tan lleno de dolor que no saben lo que hacen. Pido también fuerza para seguir adelante con fé y esperanza, para disfrutar las cosas lindas que tenemos: nuestra familia, nuestros amigos, y todas las bendiciones que tenemos.
    Gracias por compartir con nosotros tus sentimientos.
    Gracias por encender esta vela.
    Desde el otro lado del mundo me uno a tí, y con todo mi cariño, con todas las fuerzas de mi corazón, te envío un abrazo y también a todos los que fueron víctimas.
    Un saludo muy especial desde Bogotá.

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